martes, 4 de noviembre de 2014

LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU II


Un 4 de noviembre del año de 1780, Túpac Amaru II nos legó un extraordinario y edificante ejemplo de amor a la justicia hasta el extremo de inmolar la vida por el cumplimiento equitativo de sus fueros autóctonos. De esta forma deja indeleble constancia de que la historia no se forja para rememorar episodios sino para reflexionar sobre el camino hacia el futuro y para beber del pasado enseñanzas que deben ser transmitidas con la frescura del presente.
Túpac Amaru II viajó al Cusco y Lima para conseguir precisamente ese anhelo personal de justicia y fracasó porque reclamaba la supresión de los Corregimientos, la modificación del abusivo servicio de la mita, la creación de la audiencia del Cusco, la reducción de tributos, el mejoramiento del trato en los obrajes. Y que se legislara con la mayor sensibilidad humana el trabajo en las minas. Es decir pedía justicia a la Corona española para los que nacieron en estas tierras antes que viniera España.
Agotadas todas las gestiones al alcance de sus buenos propósitos, Túpac Amaru II comprendió que ante la intransigencia, el único camino era la rebelión contra el orden constituido. Fue así como el 4 de noviembre de 1780 hizo estallar el movimiento de protesta armada, tomando prisionero Túpac Amaru II al cruel Corregidor de Tinta, Antonio de Arriaga, quien murió en la horca.
Luego, el rebelde organizó sus tropas venciendo en Sangarará (18 de noviembre) a las fuerzas españolas y el 28 de diciembre, dominando las alturas, estableció el sitio del Cusco. El 10 de enero de 1781 suspendió el bloqueo y retornó a Tinta mientras que en el Cusco los realistas organizaban y reforzaban un ejército poderoso.
En Checacupe, Cambapata y Tinta, el rebelde Túpac Amaru II sufrió graves reveses, siendo perseguido y apresado en Bangui, fue conducido al Cusco donde se le instauró un proceso sumario que concluyó con su sentencia a la pena de muerte.
Su extraordinaria esposa, Micaela Bastidas, quien tuvo a su cargo la organización de la retaguardia y su más inmediata lugarteniente, también cayó prisionera. Esta luchadora proporcionó a su marido rebelde desde pan hasta cañones.
El 18 de mayo de 1781 fue viernes. Y ese día se realizó en la plaza de Huacaypata (hoy plaza de armas del Cusco) el suceso más sangriento, cruel y despiadado que registra la historia del encuentro de dos mundos.
Túpac Amaru II, primero, fue obligado a contemplar el suplicio de sus seguidores  Berdejo, Castelo y la Bastidas que fueron ahorcados en forma simple. Al ex esclavo negro Oblitas lo lanzaron desde una escalera, después lo arrastraron y finalmente lo ahorcaron por haber sido el verdugo del Corregidor Arriaga. Su cabeza  fue remitida a Tinta.
Hipólito Túpac Amaru, hijo mayor del caudillo, y su tío Francisco sufrieron igual pena, con el agregado de que previamente les cortaron la lengua. Y a la valerosa Cacique Tomasa Tito Condemayta le dieron garrote sobre un tabladillo con torno de hierro.
Micaela Bastidas murió ahorcada y rematada a patadas. Cuando le llegó el turno al gran caudillo le abrieron la boca y le cortaron la lengua y cuatro caballos tiraron de sus miembros, la fortaleza física de Túpac Amaru II evitó que fuera desmembrado y el sanguinario  visitador Areche ordenó decapitarlo. El cuerpo fue descuartizado. Su cabeza fue remitida a Tinta y sus brazos a Tungasuca y Carabaya mientras que sus piernas a Santa Rosa y Lívitaca.
Uno de los brazos de Micaela Bastidas fue enviado a Tungasuca y el otro a la ciudad blanca. Fue colgada para escarmiento del pueblo en la primera cuadra de lo que hoy es la Calle Manuel Muñoz Nájar, que por tal motivo durante un largo tiempo fue llamada como la calle de la mano.
Sirva este día para rendir el homenaje de admiración más profundo a este caudillo que sacrificó su vida y la de los suyos por anhelar la vigencia e imperio de las leyes, de la justicia, de la confraternidad humana.

Y sirva asimismo para inculcar en las generaciones jóvenes la admiración y gratitud inconmensurables para quienes como éste rebelde, Micaela Bastidas y su grupo de heroicos peruanos, escribieron con su sangre un capítulo admirable de valor y fe en nuestros destinos.