Los modelos técnico
– ingenieriles intentan construir cosas nuevas, seres artificiales.
Los modelos
pedagógicos tradicionales intentan más bien normativizar el proceso educativo
que entenderlo, lo que no ocurre con los modelos contemporáneos.
Los modelos
filosóficos son estrategias globales para reflexionar sobre todas las cosas
reales e imaginarias.
Modelos Pedagógicos
son representaciones esenciales de las corrientes pedagógicas.
1. EL MODELO PEDAGÓGICO TRADICIONAL.
Este
modelo enfatiza la “formación del carácter” de los estudiantes para modelar a
través de la voluntad, la virtud y el rigor de la disciplina, el ideal
humanista y ético, que recoge la tradición metafísico – religiosa medieval. En
este modelo, el método y el contenido en cierta forma se confunden en la
imitación y emulación del buen ejemplo, del ideal propuesto como patrón y cuya
encarnación más próxima se manifiesta en el maestro. Se preconiza el cultivo de
las facultades del alma: entendimiento,
memoria y voluntad, y una visión indiferenciada e ingenua de la transferencia
del dominio logrado en disciplinas clásicas como el latín o las matemáticas. El
método básico de aprendizaje es el academicista, verbalista, que dicta sus
clases bajo un régimen de disciplina a unos estudiantes que son básicamente
receptores. La ilustración ejemplar de este método es la forma cómo los niños
aprenden la lengua materna: oyendo, viendo, observando y repitiendo muchas
veces. Es así como el niño adquiere la “herencia cultural de la sociedad”
representada ésta en el maestro como la autoridad.
2. EL
TRANSMISIONISMO CONDUCTISTA.
Este
modelo se desarrolló paralelamente con la creciente racionalización y
planeación económica de los recursos en la fase superior del capitalismo, bajo
la mira del moldeamiento meticuloso de la conducta “productiva” de los
individuos. El método es básicamente el de la fijación y control de los objetivos
“instruccionales” formulados con precisión y reforzados minuciosamente.
Adquirir conocimientos, códigos impersonales, destrezas y competencias bajo la
forma de conductas observables, es equivalente al desarrollo intelectual de los
niños. Se trata de una transmisión parcelada de saberes técnicos mediante un
adiestramiento experimental que utiliza la “tecnología educativa”. Su más
prestigioso exponente es Skinner.
3. ROMANTICISMO
PEDAGÓGICO.
Este
modelo pedagógico sostiene que el contenido más importante del desarrollo del
niño es lo que procede de su interior, y por consiguiente el centro, el eje de
la educación es ese interior del niño. El ambiente pedagógico debe ser el más
flexible posible para que el niño despliegue su interioridad, sus cualidades y
habilidades naturales en maduración, y se proteja de lo inhibidor e inauténtico
que proviene del exterior, cuando se le inculcan o transmiten conocimientos,
ideas y valores estructurados por los demás, a través de presiones programadas
que violarían su espontaneidad. El desarrollo natural del niño se convierte en
la meta y a la vez en el método de la educación. El maestro debe liberarse, él
mismo, de los fetiches de alfabeto, de las tablas de multiplicar y de la
disciplina ser solo un auxiliar o un amigo de la expresión libre, normal y
espontánea de los niños. El ideólogo de este modelo es Rousseau, y en el siglo
XX se destacan Illich y A. S. Neil, el pedagogo de Summerhill.
4. DESARROLLISMO
PEDAGÓGICO.
La
meta educativa es que cada individuo acceda, progresiva y secuencialmente, a la
etapa superior de desarrollo intelectual, de acuerdo con las necesidades y
condiciones de cada uno. El maestro debe crear un ambiente estimulante de
experiencias que faciliten en el niño su acceso a las estructuras cognitivas de
la etapa inmediatamente superior. En consecuencia, el contenido de dichas
experiencias es secundario; no importa que el niño no aprenda a leer y a
escribir, siempre y cuando contribuya al afianzamiento y desarrollo de las
estructuras mentales del niño. Dewey y Piaget son los máximos exponentes de
este modelo.
5. PEDAGOGÍA
SOCIALISTA.
Propone
el desarrollo máximo y multifacético de las capacidades e intereses del
individuo. Tal desarrollo esta determinado por la sociedad, por la colectividad
en la cual el trabajo productivo y la educación están íntimamente unidas para
garantizar no sólo el desarrollo del espíritu colectivo sino el conocimiento
pedagógico polifacético y politécnico y el fundamento de la practica para la
formación científica de las nuevas generaciones; el desarrollo intelectual no
se identifica con el aprendizaje – como creen los conductistas – ni se produce
independientemente del aprendizaje de la ciencia, como creen los desarrollistas. Sus representantes mas destacados
son Makarenko, Freinet, y en América Latina Paulo Freire. La enseñanza puede
organizarse de diferentes maneras y la estrategia didáctica es multivariada,
dependiendo del contenido y método de la ciencia y del nivel de desarrollo y
diferencias individuales del alumno.
Obsérvese
bien que para los románticos, lo mismo que para los desarrollistas, los que
interesa es el desarrollo de los sujetos, no el contenido del aprendizaje ni el
tipo de saberes enseñados, el cual podría ser indiferente. Para el conductismo
la enseñanza de las ciencias es una tarea de acumulación lineal de información
mediatizada por el lenguaje; y para la pedagogía socialista la enseñanza de las
ciencias es tan importante que se constituye, ella misma, en el mejor
“remolque” del desarrollo intelectual de los jóvenes. Por esto, mientras la
enseñanza de las ciencias apenas se puede mencionar en el modelo pedagógico
romántico, en el socialista interesa prácticamente todo el modelo, ya que la
enseñanza de las ciencias esta presente no sólo en los contenidos, en la relación
profesor – alumno y en los métodos didácticos sino que sustenta, al menos
parcialmente, los fines educativos y la dinámica del desarrollo.
BIBLIOGRAFÍA.
Rafael
Florez Ochoa: “Hacia una Pedagogía del Conocimiento”, Editorial: McGraw-Hill,
Colombia, 1994.
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